En poco menos de un siglo de radiodifusión, desde las primeras óperas
hasta los últimos programas interactivos, se han experimentado todos los
formatos habidos y por haber. Casi todos. Porque la imaginación siempre vuela
más lejos. En muchas ocasiones, la necesidad obliga a innovar. Por ejemplo, el
30 de septiembre de 1991 se dio el golpe de estado contra el presidente
haitiano Jean Bertrand Aristide. Radio Enriquillo, emisora dominicana ubicada
en la frontera sur, hacía llegar fácilmente su señal hasta Port-au-Prince, la
capital de Haití. Ante la terrible situación que se estaba viviendo en el país
hermano, la radio, que lleva el nombre de un cacique rebelde, comenzó a enviar
mensajes en creole para alentar la resistencia popular. Cómplice del golpe, el
gobierno dominicano prohibió terminantemente a Radio Enriquillo cualquier
noticia, cualquier aviso leído en lengua haitiana.
—¿Y la música? —preguntó con picardía Pedro Ruquoy, el director de la
radio.
—Pongan la música que les dé la gana —respondió impaciente el
funcionario de Telecomunicaciones.
Como las canciones no estaban sancionadas, el departamento de prensa se
convirtió en orquesta. Pedro decidió meter tambora y guitarra en la cabina
master y comenzar a difundir los boletines de última hora a ritmo de merengue y
salsa. Cuando había mucha información que pasar, cambiaban al rap. Se había
estrenado un novedoso formato radiofónico: la noticia cantada
En busca de una clasificación perdida
¿Es posible clasificar la producción radiofónica? Más aún, ¿es necesario
hacerlo? En este terreno, como en tantos otros, cada maestro tiene su librito.
Y todos pueden resultar válidos, en la medida en que sean útiles para dinamizar
dicha producción. Porque no se trata de hacer un ejercicio taxonómico o de
coleccionar definiciones, sino de mostrar un menú amplio y apetitoso, la gama
más variada de formas, para estimular la creatividad de los radialistas. En
todo caso, dejamos abiertos los casilleros que vamos a proponer. Saque, meta,
cambie, corrija a su antojo. O mejor, a su experiencia. Y cuando crea haber
terminado su catálogo personal, comience de nuevo. Porque la radio es vida. Y
la vida no se atrapa en un papel, no se diseca.
¿Qué sugieren estas dos palabras, género y formato? La
primera tiene una raíz griega que significa generación, origen. Digamos
que son las primeras distribuciones del material radiofónico, las
características generales de un programa. La segunda viene del vocablo
latino forma. Son las figuras, los contornos, las estructuras en las que
se vierten los contenidos imprecisos.
Los géneros, entonces, son los modelos abstractos. Los formatos,
los moldes concretos de realización.
Vamos a clasificar los géneros desde tres perspectivas:
Según el modo de
producción de los mensajes
Aquí aparecen los tres grandes géneros de la radiodifusión, en que
habitualmente se ordenan los tipos de programas que transmitimos: DRAMÁTICO,
GÉNERO PERIODÍSTICO, MUSICAL
Según la
intención del emisor: INFORMATIVO, EDUCATIVO, DE
ENTRETENIMIENTO, GÉNERO PARTICIPATIVO, CULTURAL, RELIGIOSO, DE MOVILIZACIÓN
SOCIAL, PUBLICITARIO
En esta casilla tendremos tantos géneros como intenciones queramos
plantearnos. No son excluyentes, de manera que un mismo programa puede tener
finalidades educativas y de entretenimiento. La finalidad publicitaria se
relaciona, naturalmente, con el aspecto lucrativo de las cuñas o los espacios
vendidos.
Según la
segmentación de los destinatarios. Tomando en cuenta los
públicos a los que prioritariamente se dirige un programa, podemos hablar entre
otros de: INFANTIL , JUVENIL, FEMENINO, CAMPESINO, URBANO, SINDICAL, etc
El 30 de octubre de 1938, vísperas de Halloween, el joven Orson Welles,
desde un rascacielos de New York, puso en vilo a millones de personas
transmitiendo en vivo y en directo la invasión de los marcianos.2 ¿Cómo
se logró este pánico colectivo? Presentando un género dramático como si fuera
un formato informativo. Tal subversión de códigos, sin avisos ni experiencias
previas, hizo que la gente tomara la ficción como realidad.
El caso contrario fue cuando la CNN, bajo la orden y censura del
Departamento de Estado norteamericano, transmitió la Guerra del Golfo como si
fuera una película de vaqueros.
Cada género, entonces, crea sus hábitos. Cada formato radiofónico tiene
sus leyes, sus pautas aceptadas por el público después de muchos años de
experimentación. Como productores, tenemos que familiarizarnos con ellas si
queremos entablar una comunicación fluida, sin ruidos, con nuestra audiencia.
Pero la onda no es quedarse ahí, machacando siempre lo mismo. Porque los
géneros se apoyan tanto en buenas costumbres como en pésimos estereotipos. Los
programas culturales se han caracterizado por su formalismo. ¿Qué pasa si los dinamizamos?
Los de entretenimiento, por su vaciedad. ¿Y si los combinamos con algo
educativo? ¿Qué ocurre si utilizamos en el género periodístico los escenarios
sonoros propios de los programas dramatizados? ¿Por qué no arriesgarnos a
introducir ritmos latinos en los llamados espacios juveniles, monopolizados por
el rock y la música norteamericana? Los modos de relación que establecen los
distintos géneros no son esquemas rígidos. Se pueden cambiar, se deben
perfeccionar. Porque muchas veces llamamos hábito del oyente a lo que no es más
que rutina del productor. Hay que inventar, aun a riesgo de meter la pata. La
evolución de las especies se logró con mil ensayos y novecientos noventa y
nueve errores de la naturaleza.
Antes, llegabas a una emisora y encontrabas tres ambientes bien
definidos: el estudio de grabación para el elenco dramático, la sala de prensa
y la discoteca.
Los tres géneros fundacionales de la producción radiofónica
fueros ésos: el dramático, el
periodístico y el musical.
El género dramático tiene
relación con los valores, con la ética. ¿Quién tuvo la culpa, quién
tiene la razón? ¿Quién es el malo y quién el bueno? Estas preguntas son
fundamentales en todo argumento dramático. El drama es un género de ficción:
muchas veces se inspira en hechos reales, pero trabaja con lo que podría
pasar. Eso sí, aunque estemos en el terreno de la imaginación y la
fantasía, la acción que se representa debe ser verosímil, pudo haber
pasado.
Veamos los subgéneros dramáticos.
En la forma teatral —cuando el acento está puesto en el diálogo y
la acción de los personajes—, tenemos los radioteatros, radionovelas,
series, sociodramas, sketches cómicos, personificaciones, escenas y escenitas,
diálogos y monólogos de personajes… En la forma narrativa —cuando el
acento está puesto en la evocación que hace el narrador—, están los cuentos,
leyendas, tradiciones, mitos, fábulas, parábolas, relatos históricos, chistes… En las formas combinadas —cuando se
cruzan con otros géneros—, aparecen las noticias dramatizadas, cartas
dramatizadas, poemas vivos, historias de canciones y radioclips, testimonios
con reconstrucción de hechos…
El género periodístico se vincula
con la realidad, con los acontecimientos concretos. ¿A quién le ocurrió qué? La
noticia quiere alcanzar la verdad de los hechos. Estamos ante un género
documental: se muestra y se demuestra lo que ha pasado. La información
que se presenta debe ser verídica. Este género se puede dividir en
cuatro subgéneros, tomando
en cuenta la misma historia del periodismo: al principio, se hablaba únicamente
de dos especialidades, el periodismo informativo y el de opinión.
Más tarde, se sumó una tercera modalidad, el interpretativo. Muchos
autores añaden un cuarto subgénero, el periodismo investigativo. El
género periodístico también abarca muchos formatos: En el periodismo
informativo están las notas simples y ampliadas, crónicas, semblanzas,
boletines, entrevistas individuales y colectivas, ruedas de prensa, reportes y
corresponsalías… En el periodismo
de opinión tenemos comentarios y editoriales, debates, paneles y mesas
redondas, encuestas, entrevistas de profundidad, charlas, tertulias, polémicas…
En el periodismo interpretativo e
investigativo, el formato que más se trabaja es el reportaje.
El género musical tiene
relación con la belleza, con la estética, con la expresión más pura y
espontánea de los sentimientos. El género musical se puede dividir en
diferentes subgéneros, los mismos que sirven para clasificar
ordinariamente nuestras discotecas: música popular, clásica, moderna,
bailable, folklórica, instrumental, infantil, religiosa…
Múltiples son los formatos del género musical: programas de
variedades musicales, estrenos, música del recuerdo, programas de un solo
ritmo, programas de un solo intérprete, recitales, festivales, rankings,
complacencias… y no pares de cantar.
Algunos clasifican las radiorevistas o magazines como un cuarto género de la producción
radiofónica. Un género tan importante y ostentoso que ocupa, a menudo, espacios
de tres, cuatro y más horas de programación. Pero si las miramos de cerca, las
revistas se arman, en definitiva, con música, informaciones y dramatizados,
recombinando de diferentes maneras estos tres géneros básicos. La revista no es
un nuevo género, sino un contenedor donde todo cabe, un ómnibus donde
suben formatos de todos los géneros.
Un formato es un producto
completo. Tiene sentido por sí mismo. Aunque pequeño, debe ser autónomo. Una
cuña de pocos segundos es un formato en la medida en que se explica sola, no
depende de otros elementos para alcanzar su significado. Por el contrario, la
presentación de un disco que hace el discjockey necesita de la canción
que suena después. Y la canción, a su vez, se estructura en un programa
musical. El formato, entonces, es ese programa musical, no la presentación del
animador ni un disco suelto. Siguiendo esta lógica, algunos autores dicen que
la entrevista o la nota de prensa serían recursos, dado que se incluyen en
otros formatos más amplios, por ejemplo, en un reportaje. Si esa entrevista se
puede transmitir independientemente guardando su significado, es ya un formato.
Pero si edito la entrevista y tomo de ella apenas un fragmento para documentar
una noticia, ese fragmento no será más que un recurso radiofónico al servicio
de la noticia. El formato será la nota documentada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario